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“Hola, cómo estás”

¿Viste The Devil and Daniel Johnston? Es un docu sobre este personaje, el del título (no, no el demonio) y sus aflicciones varias. Termina con Johnson viendo imágenes de su eterno crush e improvisando poesías y pensamientos varios. Johnson tiene una personalidad que puede pasar de entrañable a intempestiva en segundos, pero todos esos matices se adivinan sinceros.

El otro día, quizás ayer, me encontré en una situación similar. Llegué a un video de alguien, de la persona de siempre, bailando. Viviendo, libre, esa existencia soñada a la que yo nunca podría haber contribuido nada. Miraba y luchaba por no arruinar el momento, por no soltar un suspiro inoportuno que dañara esa pequeña cápsula de tiempo en el que mil sensaciones y pensamientos pasaban por mi mente. Quise llorar pero no pude, como me ha estado pasando los últimos años. Lo de la similitud con Johnston vino después, cuando me quedé pensando si lo mío no era enfermizo y hasta un toque escalofriante. Pero el momento pasó y las ideas y sensaciones, como siempre, quedaron. Tengo las imágenes ahí, guardadas, para verlas quizás otro día, otro año. Para doler lo mismo, para saber y lamentar lo perdido e inalterable. Hoy, como hace tantos años, estoy prácticamente en el mismo lugar donde estaba por aquel entonces, pero su mano no llegará para ayudarme. Ni su mano ni su voz ni su mirada, con la cual apenas me encontré un par de veces. 

Fácil es querer volver unos pasos atrás, sabiendo dónde pisar y dónde no. Fácil es querer poder aplicar esas lecciones aprendidas, experiencia tardía que sólo sirve para escribir en blogs olvidados que nadie leerá. Pero el tiempo pasa y sólo quedan unas pocas huellas superficiales en un camino poco transitado. El tiempo seguirá pasando y las memorias se irán desvaneciendo. Penas, males y sensaciones seguirán, hasta disiparse por completo. Como yo, como esta existencia mentirosa y carente de sentido. Al final del día, sin embargo, recordaré ese baile. Ese movimiento. Esa letra S. Y ese asterisco.

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Que 20 años no es nada, etc.

Y sin embargo, acá estamos. Con las mismas imágenes en la cabeza: el mismo lugar, la misma letra, el mismo sol.  Callecitas perdidas, veredas frescas, el 71 que viene y va. La pieza del hotel, los disquitos que sonaban en la oscuridad, las sensaciones olvidadas. Todo sigue ahí, aunque no debiera. Una realidad ajena, casi, y un recuerdo desperdiciado. ¿Qué vida nos hubiera tocado si esto o aquello? Nunca lo sabremos. De todas maneras, no te olvido. 20 años después. Y sólo eso queda: un recuerdo. Ensanchado por las faltas y ausencias. Pero, al final de cuentas, real. Y a eso me aferro.  Hasta que no me haga falta..