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Abue

El sábado hizo un mes que murió mi abuela. No me cuesta escribirlo pero me cuesta creerlo. Y antes de eso, pasó un mes internada. Tanto tiempo pasó, y sin embargo parece que no hubiera pasado nada. Sigo sin entender muy bien, sigo sin creer nada.. o sin querer creer nada. Sigo porque tengo que seguir y no pienso porque es lo que me conviene. Un poco nos habíamos acostumbrado a que no apareciera mucho, pero estaba. Y ahora ya no está más, y es difícil admitirlo. Difícil, imposible. Algún día voy a caer, abue, y nadie me va a poder levantar. Ojalá estés bien, donde sea que estés. Con tu viejo Nacho, con tu gato Juan, con tus hermanos. Ojalá, ojalá.

Agradezco haberte dicho las cosas que debí decir mucho antes, y seguiré viviendo con la culpa de haber dicho o hecho otras cosas que no debí decir o hacer. Hasta que caiga del todo, brindo en tu nombre.

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Y sin embargo, acá estamos. Con las mismas imágenes en la cabeza: el mismo lugar, la misma letra, el mismo sol.  Callecitas perdidas, veredas frescas, el 71 que viene y va. La pieza del hotel, los disquitos que sonaban en la oscuridad, las sensaciones olvidadas. Todo sigue ahí, aunque no debiera. Una realidad ajena, casi, y un recuerdo desperdiciado. ¿Qué vida nos hubiera tocado si esto o aquello? Nunca lo sabremos. De todas maneras, no te olvido. 20 años después. Y sólo eso queda: un recuerdo. Ensanchado por las faltas y ausencias. Pero, al final de cuentas, real. Y a eso me aferro.  Hasta que no me haga falta..

Marzo 16

La felicidad tiene colores, fragancias y sonidos. Por eso quizás se hace tan evidente. La miseria, por su lado, no tiene colores ni olores ni sonidos. Está, y no te das cuenta. Y no hace falta que te des cuenta. Ella sabe que te tiene atrapado.